Un foul de Albert Almoral Jr. golpea a una pequeñita. Necesitan mas seguridad en los estadios
Jeff Passan
HOUSTON –– Ve su cara. Observa a la pequeña niña, el moño naranja en el cabello, el miedo en los ojos y el evidente dolor. Obsérvala, en verdad hazlo, sin importar lo difícil que esto resulte. Ahora enfocate en la gente que la rodea, los adultos se cubren la boca con las manos porque una niña con un moño naranja en la cabeza fue golpeada por una línea que llegó a las gradas en el juego entre Cachorros de Chicago y Astros de Houston.
Checa la escena entera, es fea, horrible y algo que se pudo evitar totalmente. Ahora díganme que los equipos de Grandes Ligas no deben poner la red de protección de un poste de foul al otro. Es momento y, de hecho, ya se les pasó. No hay argumentos contra esto, al menos no desde el punto de vista humano y menos cuando esto sigue pasando una y otra y otra vez y los niños terminan en el hospital, tal y como ocurrió con la menor después del incidente, de acuerdo con los Astros.
Qué se necesita? ¿Que alguien se muera? De hecho, eso ocurrió en agosto pasado cuando Linda Goldbloom, mientras celebraba que cumplía 79 años y su aniversario de bodas N°59 en un juego de Los Angeles Dodgers, fue golpeada en la cabeza por un batazo de foul, lo que le provocó una hemorragia cerebral. Si el hecho que una mujer fallezca en las gradas no es suficiente de convencer a la MLB y a sus 30 equipos de expandir la red, ¿entonces qué lo hará? ¿El deceso de un niño?
Esto es duro, contundente y tiene que serlo porque la escena en el Minute Maid Park tras el batazo Albert Almora Jr. que golpeara a la niña fue igual de alarmante, desconcertante y desgarradora. En la cuarta entrada, Almora conectó un lanzamiento de Wade Miley por la línea del jardín izquierdo, justo después de la red que actualmente se extiende hasta el extremo más alejado de ambos dugouts. Si bien la velocidad que alcanzó el swing no se hizo pública, Statcast reportó que viajó 160 pies en 1.2 segundos, lo que significa que al menos iba a 90 millas por hora. El silenció que causó en el estadio fue inmediato.
Almora cayó sobre sus rodillas. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Tiene dos niños pequeños. Miley trató de calmarlo. El manager Joe Maddon y su compañero Jason Heyward lo consolaron. Nada sirvió. «Tan pronto como di el batazo», dijo más tarde Almora, «la primera persona en quien me fijé fue a ella».
La vimos. Se trataba de la pequeña niña con los moño naranja.
MLB también necesita verla, como un recordatorio de que cada juego sin más redes de protección corre el riesgo de más incidentes. Los 30 equipos en las ligas mayores también deben verla para entender que no importa cuánto la ley los indemnice por lesiones de este tipo, el imperativo moral debe ser proteger a los fanáticos. Los aficionados a este deporte también deben poner atención, para entender por qué más redes de protección solo mejoraría la experiencia de ir a los parques de pelota.
Ese es siempre el argumento de los fanáticos que se oponen a las redes. Es completamente ridículo, por supuesto. Los aficionados que se sientan detrás del plato del home toleran las redes sin ninguna queja. Cuando los 30 equipos lo extendieron hasta el final de los dugouts el año pasado, varios directivos indicaron que las preocupaciones se limitaron a un número insignificante de fanáticos. Más redes costaría dinero a los equipos y quizás presentaría desafíos logísticos. A lo que la respuesta adecuada es: ¿Y?
Encontrar una solución, para proteger a las personas, vale más que el tiempo y cualquier gasto que se requiera. Los estadios en Japón y Corea cuentan con redes desde un palo de foul hasta el otro, por lo que es claramente posible. Y cuando los jugadores son testigos del horror de lo que sucedió el miércoles, los hace aún más firmes en su postura de que más redes no es solo algo bueno, sino necesario.
«Pongamos vallas alrededor de todo el campo», le dijo a ESPN el tercera base de los Cubs, Kris Bryant. «Quiero decir, es muy triste cuando ves que suceden cosas así.
«Hay muchos niños que vienen a los juegos, niños pequeños que quieren vernos jugar», continuó Bryant. «Los batazos son muy fuertes, la velocidad del juego es muy rápida y creo que cualquier medida de seguridad que podamos tomar para asegurarnos de que los fanáticos estén a salvo, deberíamos hacerlo».
Bryant no fue el único que lo sugirió. Los jardineros Jason Heyward y Kyle Schwarber lo respaldaron. Nada aterroriza a los jugadores más que una bola de foul en las gradas. Comprenden que no se trata de que las personas se centren en sus teléfonos, no se trata de evitar que los niños participen en una de las grandes alegrías del béisbol y que se sienten cerca del campo, ni tampoco de los argumentos que ocupa el público que se opone a la red cada vez que esto sucede.
Ésta es la verdad: incluso el fanático del béisbol más astuto tendría dificultades para quitarse del camino cuando una línea viaja a 90, 100 o 110 mph. El batazo de foul de Almora llegó a las gradas en apenas un segundo. Sabiendo eso, no es una sorpresa que Bloomberg News calcule que alrededor de 1,750 fanáticos cada año se ven afectados por situaciones como éstas o bats rotos en los juegos de las Grandes Ligas. El caso de la niña no fue el único del miércoles; un hombre en el Dodger Stadium también fue golpeado en la cabeza por un batazo de Alex Verdugo.
El último incidente que provocó que la liga y los equipos entraran en acción se produjo en septiembre de 2017, cuando una bola de foul de 105 millas por hora golpeó a una niña en el Yankee Stadium y la envió al hospital. Esto debería generar el mismo tipo de reacción por parte de la liga. Por mucho que el comisionado Rob Manfred trate de no intervenir y permita que cada equipo determine su propia configuración, este problema exige un liderazgo fuerte y proactivo. Si Manfred sale el jueves, lamenta la horrible lesión e indica que obligará a los equipos a comenzar los trabajos para que todos los parques tengan una red de poste a poste para la temporada 2020, sería un mensaje inequívoco para los fanáticos de que sus preocupaciones son prioridad máxima para la liga.
Recuerden que tras el deceso de Brittanie Cecil de 14 años durante un juego de hockey obligó a que la NHL pusiera redes en todos los estadios. Los aficionados se acostumbraron porque la red es casi imperceptible. Eventualmente, se transformó en una norma.
Sin duda la MLB reconoce que el temor a las redes es una falacia, así como las amenazas a boicotear los juegos con redes extendidas. Albert Almora Jr. no es una persona que piense así. Cuando un oficial de seguridad de Minute Maid Park lo puso al tanto de la condición de la chica una entrada después del incidente, su cabeza se hundió en el hombro del personal de seguridad y su emoción se desbordó. Si bien no reveló lo que dijo el oficial, sí dijo que sus palabras le permitieron seguir jugando, lo que coincidía con las fuentes que le informaban a Jesse Rogers de ESPN que el pronóstico era positivo.
«Si Dios quiere, podré tener una relación con esta niña por el resto de mi vida», dijo Almora.
Esperemos que más pronto que tarde, Almora pueda conectarse con ella, con su familia y darles una buena noticia. Que los Cubs, equipo que él defiende, planean extender la red de Wrigley Field, y que Major League Baseball, la liga que Almora representa con esa clase, planea hacer lo mismo en otros 29 estadios. Que su herida no vuelva a suceder una y otra vez. Que una niña pequeña con un moño naranja en el pelo pueda ver a los mejores jugadores de béisbol del mundo sin ningún temor, dolor o sufrimiento.